Prólogo

EN LIBROS, REVISTAS, PERIÓDICOS Y NOTICIEROS, VEMOS NUESTRA REALIDAD TAL Y COMO ES... O CREEMOS QUE ES. PERO HAY OTRA REALIDAD, QUE NUNCA HAN FIGURADO EN NINGÚN TEXTO DE HISTORIA NI EN NINGÚN MEDIO INFORMATIVO. UNA REALIDAD QUE ES OPUESTA A LOS HECHOS OFICIALMENTE ACEPTADOS. ALGUNOS LOS LLAMAN "TRADICIONES". OTROS, "LEYENDAS". OTROS, "SENSACIONALISMO". Y, PARA UNOS POCOS, ES LA AUTÉNTICA REALIDAD, QUE CONTRADICE A LA OFICIAL. A CONTINUACIÓN, UNA ANTOLOGÍA DE ESTOS HECHOS QUE NADIE QUIERE ACEPTAR COMO VERÍDICOS. SI USTED TIENE LA MENTE ABIERTA, PÓNGASE CÓMODO Y ENTÉRESE DE LO DESCONOCIDO, LO CENSURADO O DE LO SIMPLEMENTE IGNORADO. PERO SI ES USTED MUY SUSCEPTIBLE Y CREE QUE ESTAS REVELACIONES PUEDAN ALTERARLO, ENTONCES TRANQUILÍCESE Y TOME ESTOS RELATOS, CRÓNICAS Y TESTIMONIOS COMO ALGO QUE JAMÁS SUCEDIÓ.

miércoles, 8 de abril de 2015

DESDE CARAVACA CON AMOR


CÓMO UNA FRAUDULENTA "RELIQUIA CRISTIANA" RESULTÓ SER UNO DE LOS MÁS GRANDES MILAGROS QUE HAYA VISITADO LA TIERRA PERUANA.


Dicen que la Internet es el único medio por el que se puede propalar una teoría, hipótesis o explicación distinta a una versión oficial, sin presentar ninguna prueba fehaciente, y encontrar cientos de personas que crean esos postulados como si tratase de un capítulo de los evangelios. Ahora lo confirmaré.
 
Ya he narrado lo que encontré en el diario de mi abuelo a varios conocidos, y todos parecen haberlo creído. Lo hice sin trampas: no antepuse la amistad ni presumí de lo veraz que se veía el diario. Es más, dejé bien claras mis reservas frente al mismo: bien podría tratarse de alguna vieja falsificación, firmada con el nombre de mi abuelo; o tal vez mi abuelo redactó, en medio de su demencia senil, una aventura que solo ocurrió en su imaginación.
 
Ahora lanzo al ciberespacio este fantástico relato. Si es un testimonio o una alocada fantasía, lo dejo al criterio del lector.
 
La Cruz de Caravaca era un «Lignum Crucis», o sea una astilla de la madera de la cruz en la que Jesucristo fue crucificado. Se hallaba dentro de un relicario en forma de cruz patriarcal (de doble brazo horizontal). Desde los tiempos de la Primera Cruzada (1099), la reliquia se hallaba en poder de los Patriarcas de Jerusalén, quienes lo usaban como pectoral. En 1228, cuando el emperador Federico II (un obispo) se coronaba a sí mismo como el nuevo Patriarca, aparecieron dos ángeles que le arrebataron la Cruz y se la llevaron al Cielo, en señal de protesta.
 
Cuatro años después (1232), un 3 de mayo, en el Taifa de Murcia (un pequeño reino musulmán en territorio español), el «sayid» Abu Ceyt visitó a los prisioneros cristianos en la Fortaleza de Caravaca. Entre los cautivos estaba el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, a quien el dignatario moro manifestó curiosidad de verlo realizar una misa. Ante la burlona corte mahometana, Chirinos fue provisto de todo lo necesario para oficiar el acto litúrgico, pero anunció que no podía realizarlo por faltar lo más importante: un crucifijo sobre el improvisado altar.
 
En ese preciso instante, del Cielo descendieron dos ángeles, quienes portaban la misma Cruz que arrebataran cuatro años atrás al Patriarca de Jerusalén, y la depositaron sobre el altar. Ante este milagro, el «sayid» y su corte entera creyeron y, posteriormente, fueron todos bautizados por petición propia.
 
Desde entonces, del 1 al 5 de mayo, los caravaqueños celebran solemnemente las Fiestas Patronales de la Santísima y Vera Cruz. Ceremonias, procesiones y desfiles "de Moros y Cristianos" reproducen el ambiente medieval y religioso de Caravaca de la Cruz. Por otro lado, la fortaleza donde aconteció el milagro acabó convertida en la Basílica de la Santísima y Vera Cruz, donde la reliquia es venerada en un lujoso estuche, de donde es sacada y paseada en las fiestas litúrgicas.
 
La madrugada del 13 de febrero de 1934 ocurrió el sacrílego robo de la Cruz de Caravaca. Los ladrones no tomaron ninguna otra cosa más (pese a que la reliquia estaba dentro de un valioso estuche de plata), lo que hizo suponer que el móvil del hurto fue religioso y/o político. Pese a las pesquisas, nunca se halló la menor pista del paradero del tan amado crucifijo. El pueblo caravaqueño guardó luto ante la pérdida de una de las más veneradas joyas de la Cristiandad.
 
Tras esta académica introducción, vamos al testimonio de mi abuelo, quien a mediados de 1938 era un agente del servicio de inteligencia de la dictadura del Gral. Óscar Benavides.
 
Cierto día, se le encomendó acompañar a su superior a una misión secreta en provincia. Nada se le informó al respecto. Cuando llegaron a Arequipa, con datos proporcionados por el servicio de inteligencia, buscaron a una hermandad secreta que efectuaba sus ritos en una aislada construcción abandonada. El lugar fue allanado, todo lo de valor en el improvisado templo (empezando por la caja de limosnas) fue confiscado, y los sectarios fueron arrestados bajo la acusación de ser un movimiento subversivo.
 
A mi abuelo le extrañó que a él, un agente de inteligencia, lo enviaran hasta el interior del país para una labor que debería haber sido hecha por la Policía. Por otra parte, examinando la evidencia recogida, constató que no había ningún indicio de actividad política en la "iglesia" intervenida. Se trataba de una de tantas sectas pseudo-cristianas que proliferan en los sectores más pobres de la población.
 
Pero según pudo confirmar más adelante, desbaratar la inofensiva secta no era el objetivo del operativo. Después de dejar libres a los feligreses, amenazándolos de muerte si intentaban hacer alguna bulla, vino el interrogatorio del "sacerdote" que dirigía esa informal hermandad. Pistola en mano, el superior de mi abuelo le obligó a revelarle cómo pudo haber convocado en tan corto tiempo a tantos seguidores. El aterrorizado brujo confesó la verdad: se hacía pasar como el actual poseedor de la Vera Cruz de Caravaca, reliquia española desaparecida desde 1934.
 
Él refirió que le compró a un primo una réplica de la citada reliquia cristiana: tenía el mismo tamaño, peso y diseño, solo que sin las joyas y metales preciosos que recubrían a la original. Luego comenzó a correr el rumor que tenía en su poder la verdadera Cruz de Caravaca, traída por un ex miembro de las Brigadas Internacionales (voluntarios de todos los países que entonces peleaban en la Guerra Civil Española, del lado de la República).
 
Tras propalarse el chisme que la Cruz de Caravaca estaba en Arequipa, el sectario pidió a sus cada vez más seguidores guardaran el secreto: sí se sabía de esa verdad, la dictadura de Benavides confiscaría la reliquia y la mandaría a España (¡en plena guerra civil!) Y no la enviaría al legítimo gobierno republicano, sino a los rebeldes nacionalistas, cuyo líder fascista, el «Caudillo» Franco (a quien Benavides admiraba), recibía ayuda militar de Hitler y Mussolini, sus "padrinos" ideológicos. Dado que en ese entonces los ocultistas nazis enviaban arqueólogos por todo el mundo en busca de reliquias con poderes místicos, sin duda los franquistas le hubieran cedido al «Führer» la Vera Cruz. Dado que ello hubiera significado poner en garras de un tirano, con delirios de conquista mundial, un artefacto de gran poder divino, todos los adeptos al nuevo culto aceptaron callar y adorar la reliquia en secreto.
 
Más adelante, mi abuelo pudo ver por sí mismo a la confiscada cruz que los sectarios adoraban secretamente. Era una buena reproducción, pero había sido "adornada" por sus humildes fieles con infinidad de materiales: porcelana, pasta de papel, alambres de latón, perlas cultivadas, etc., convirtiéndose así en una hermosa pieza de bisutería. Todo ello fue retirado, quedando nuevamente como un simple crucifijo patriarcal.
 
Mi abuelo no entendía por qué el general Benavides se interesaba por la falsificación de una reliquia cristiana. Regresando a Lima, su superior le confió el motivo de todo: desde hacía más de un año, el descontento popular hacia el régimen fascista era cada vez mayor. Las medidas represivas eran insuficientes. Cuando la situación era inmanejable, fue a él quien se le ocurrió fabricar un "milagro" para distraer al piadoso pueblo. Se le felicitó y encomendó hacer realidad su plan. Así, contactando a las sucursales del Servicio de Inteligencia en todo el país, supo de la secreta secta arequipeña, cuyo jefe había hecho una fortuna en limosnas para la falsa reliquia cristiana que él poseía.
 
Al oír esto, mi abuelo se espantó. Estaba al tanto que el régimen, que trataba de seguir el modelo hitleriano y mussoliniano, cometía todo tipo de acciones reprobables. Pero usar un falsificado «Lignum Crucis» le pareció verdaderamente impío. Sin embargo, sabía que no debía exteriorizar ninguna crítica hacia los negocios sucios de la dictadura. Y siguió adelante.
 
Lo siguiente fue instalarse en el Callao, disfrazados de civiles. Mi abuelo y su superior repitieron todo lo que el brujo arequipeño les había contado, pero introduciendo una variante: esta vez la nueva secta que ambos fundaron sí sería pública, y sí propalaría a los cuatro vientos que poseía la Vera Cruz de Caravaca. La radio y la prensa (controladas por la dictadura) cooperaron eficientemente en anunciar que dos "fieles cristianos" ponían una reliquia santa, expuesta a veneración en una humilde casita chalaca. Cabe anotar que esto último solo lo hicieron los periódicos más pequeños y baratos, así como los programas radiales más humildes y "populacheros"; los grandes diarios y noticieros radiales "serios" simplemente se desentendieron del asunto.
 
La táctica resultó. La atención de la población fue desviada por el "milagro" chalaco. Los grandes problemas que preocupaban a la opinión pública fueron olvidados. Mientras, mi abuelo y su superior comenzaron a hacer fortuna con el naciente culto informal (se les había autorizado a que dispusieran por entero de todos los diezmos que la secta recibiera de sus parroquianos). Asimismo, la Cruz de Caravaca fue nuevamente recubierta de adornos; se ideó un diezmo especial para "restaurar" el estado que la Vera Cruz tenía en 1934… y esta vez no fue bisutería sino verdaderos oro, plata y piedras preciosas (con toda la limosna reunida, bastó y sobró para ello).
 
Cuenta mi abuelo que una vez vio a una mujer rezando a la reliquia con tanta devoción, que le preguntó qué le pedía. Ella respondió que solo estaba agradeciéndole por un milagro concedido: su hijo, prisionero político, había logrado escapar milagrosamente, y ahora se hallaba en ruta segura para abandonar el país. Su deber hubiera sido denunciar a la vieja, para arrestarla y hacerle confesar el paradero de ese prófugo enemigo del régimen. Sin embargo, calló, y hasta sugirió a la mujer que secretamente recomendara a otros, con problemas similares, que le pidan a la Cruz de Caravaca les resuelva el problema; la dictadura no podría hacer nada contra los milagros de Dios. Pronto se enteró que los fieles rezaban, ya no para la salvación de algún ser querido perseguido por el régimen, sino por la caída misma de Benavides.
 
En otra ocasión, un anciano desahuciado vino a solicitar una gracia: no le rezaría a la Cruz para que le prolongaran la existencia, pues él ya había vivido más que suficiente, y todos sus asuntos en esta tierra quedaban en orden. Solo quería, antes de morir, tocar con sus dedos el sagrado «Lignum Crucis» guardado en el interior del relicario. Ambos "sacerdotes" dudaron, pues, al tratarse de una falsificación, ni sería hueco ni tendría adentro ninguna astilla del madero de la Cruz de Cristo. Pero, debido a que estaban siendo observados por cientos de fieles, accedieron con los pelos de punta. El viejo moribundo tomó en sus manos la reliquia, ¡y para sorpresa de ambos, la abrió! En su interior había una astilla de madera que el anciano tocó con veneración, mientras musitaba una plegaria. Luego cerró y entregó el crucifijo, que fue nuevamente colocado en el altar, en medio de dos hermosos ángeles hechos de plata. Mi abuelo cuenta que su superior comento después aliviado, que esa sí que era una buena falsificación.
 
Pero el mayor "milagro" de esta cruz vino después. Durante los carnavales de 1939, mientras Benavides se hallaba festejando en Pisco, hubo una intentona de golpe de estado por parte de un alto militar. Si bien ésta fracasó, y el autor de la misma fue acribillado a balazos de inmediato, el dictador se acobardó y decidió ceder el poder, convocando a elecciones democráticas. En octubre, Manuel Prado Ugarteche fue elegido como nuevo Presidente Constitucional del Perú, asumiendo el mando en diciembre. Para ese entonces, la Segunda Guerra Mundial ya había comenzado en Europa.
 
El Servicio de Inteligencia fue reorganizado, y varios de sus miembros fueron dados de baja. Mi abuelo se alegró de desligarse así de la sacrílega misión de oficiar esa secta. Pero su sorpresa vino cuando supo que su antiguo superior, ahora desempleado, continuaría haciendo negocio con el culto, aunque de forma más discreta. Sin embargo, como el número de adeptos seguía siendo grande, igual se ganaría lo suficiente para vivir.
 
En junio de 1940, Hitler y Franco conferenciaron en la ciudad francesa de Hendaya para acordar la entrada de España en la guerra, de lado de Alemania; sin embargo, las ambiciosas condiciones del «Caudillo» (ansioso de participar en la contienda) desanimaron al «Führer», quien decidió que le convenía más tener a los españoles como aliados no beligerantes. Al final, España nunca salió de su neutralidad; a lo más, llegó a enviar a la "voluntaria" «División Azul», una horda salvaje que combatiría junto con los nazis en el frente oriental. Pero el peligro de que dicha nación entrara en la guerra estaba prácticamente conjurado.
 
Para mediados de abril de 1942, el Perú y el mundo tenían su atención en la Segunda Guerra Mundial. Las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) avanzaban en todos sus frentes, y los Aliados no lograban parar sus sangrientas conquistas en Europa, Asia y las islas del Pacífico. Todo ello explica que apenas algunos dieran mucha importancia a una diminuta nota en un diario limeño, donde los feligreses de una secta chalaca afirmaban haber presenciado un milagro.
 
El periódico afirmaba que, durante una de sus acostumbradas "misas", los fieles oraban como siempre en su pequeño templo. El "sacerdote" anunció que, como poseedores de la Vera Cruz de Caravaca, ya era hora de dejar de ser un "movimiento religioso libre" para pedir ser reconocidos como una iglesia con derecho propio... y por lo tanto, libre de pagar impuestos. El predicador tomó la Cruz de su altar, lo alzó sobre su cabeza y, desenrollando la cadena que tenía, se dispuso a ponérselo y usarlo como pectoral: clara señal que él sería la cabeza de esta nueva "iglesia cristiana". Y fue en ese momento que sucedió el prodigio.
 
De una de las ventanas del templo entró una intensa luz, que iluminó toda la estancia. Media cegados por el inesperado resplandor, los fieles juran que vieron descender de lo alto a dos alados ángeles, quienes tomaron la Cruz de Caravaca del jefe sectario, para después marcharse por la misma ventana que entraron. La luz se apagó y todos comenzaron a exclamar "¡Milagro!" una y otra vez. Si bien a la venerada reliquia se le habían atribuido anteriormente numerosas curaciones prodigiosas, mi abuelo y su ex superior las descartaban como "auto-sugestión" o "histeria colectiva"; pero ahora era algo distinto.
 
¿O no? Mi abuelo partió a todo gas hacia el Callao, donde vio el templo ya cerrado. Cuando preguntaba a los lugareños al respecto, éstos le decían que Dios se había opuesto a que se formara una iglesia no-católica con su sagrada reliquia, por lo que envió a dos ángeles a llevarse la Cruz de Caravaca al Cielo. Cuando preguntó por el "sacerdote", le dijeron que después del milagro, comenzó a reír sin parar, farfullando incoherencias.
 
Finalmente, mi abuelo encontró a su antiguo jefe en un hospital psiquiátrico. Estaba en un patio, sentado en el suelo. Cuando se le acercó, le preguntó si acaso estaba fingiendo. No respondió. Y cuando le pidió revelarle cómo había hecho el truco de la aparición de los ángeles, tampoco respondió. Todo el tiempo solo se la pasó con la mirada en el cielo azul, como si estuviera buscando algo, o esperando algo.
 
La historia de mi abuelo concluye con dos informaciones reveladoras. Primero, viajó a Arequipa, preguntando por el jefe sectario que una vez fundó una hermandad que adoraba secretamente a la Cruz de Caravaca. Nadie supo darle razón: unos decían que se había marchado de la ciudad, otros decían que se había suicidado. Entonces indagó con gente que lo habían conocido, enterándose así que tenía un pariente: su primo. Al ubicar al primo ése, descubrió que, efectivamente, era un ex combatiente de las Brigadas Internacionales, que sí luchó en la Guerra Civil Española, y que encontró la dichosa Cruz entre las pertenencias de un camarada combatiente español, capturado y fusilado unos días atrás.
 
De regreso a Lima se enteró, por medio de los periódicos, que en España, desde hace años la ciudad de Caravaca pedía a la Santa Sede que le enviase una nueva astilla de la Santa Cruz, para así reponer la Cruz de Caravaca que les fue robada. Sin embargo, no lo consiguieron. Entonces, de la nada, llegó la noticia (a mediados de abril) que un nuevo «Lignum Crucis» llegaría a la ciudad a tiempo para las tradicionales festividades en honor de la Cruz de Caravaca, del 1 al 5 de mayo. Para el 30 de abril, en un relicario idéntico al patriarcal crucifijo original, hacía su triunfal entrada, en medio de vítores y plegarias.
 
Lo insólito es que en la nota periodística no se mencionaba de dónde salía la nueva Cruz con su astilla santa en el interior. Si bien la opinión general es que el Vaticano había cedido a la petición caravaquense, no era de Roma de donde provenía la reproducción de la reliquia... si es que en verdad era una reproducción.
 
El diario de mi abuelo concluye con una inquietante coincidencia: la aparición de los ángeles en el Callao (ya sea real o un fraude) casi coincide con el anuncio de la restitución del nuevo «Lignum Crucis» a Caravaca de la Cruz.
 
No he podido hallar las notas periodísticas que mi abuelo cita en su diario, aunque tampoco he podido ubicar los tabloides que había en esa época (en las hemerotecas solo se almacenan ejemplares de los periódicos "serios"). Por otra parte, he confirmado que no fue la Santa Sede la que cedió la nueva astilla de la Santa Cruz, pero hay diversas opiniones de dónde salió esta, con todo y crucifijo patriarcal incluido. Hay muchas teorías, pero nada definitivo.
 
Por mi parte, espero que todo lo anterior no sea solo una leyenda urbana o un fraude bien elaborado. Realmente deseo creer que la Vera Cruz de Caravaca sí estuvo en el Perú. No tengo más evidencia que el diario de mi abuelo, así que lo acepto solo por fe, y dejo cualquier otra interpretación a los cibernautas.
 
Extraído de la web «Leyendas Urbanas del Perú»

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