Prólogo

EN LIBROS, REVISTAS, PERIÓDICOS Y NOTICIEROS, VEMOS NUESTRA REALIDAD TAL Y COMO ES... O CREEMOS QUE ES. PERO HAY OTRA REALIDAD, QUE NUNCA HAN FIGURADO EN NINGÚN TEXTO DE HISTORIA NI EN NINGÚN MEDIO INFORMATIVO. UNA REALIDAD QUE ES OPUESTA A LOS HECHOS OFICIALMENTE ACEPTADOS. ALGUNOS LOS LLAMAN "TRADICIONES". OTROS, "LEYENDAS". OTROS, "SENSACIONALISMO". Y, PARA UNOS POCOS, ES LA AUTÉNTICA REALIDAD, QUE CONTRADICE A LA OFICIAL. A CONTINUACIÓN, UNA ANTOLOGÍA DE ESTOS HECHOS QUE NADIE QUIERE ACEPTAR COMO VERÍDICOS. SI USTED TIENE LA MENTE ABIERTA, PÓNGASE CÓMODO Y ENTÉRESE DE LO DESCONOCIDO, LO CENSURADO O DE LO SIMPLEMENTE IGNORADO. PERO SI ES USTED MUY SUSCEPTIBLE Y CREE QUE ESTAS REVELACIONES PUEDAN ALTERARLO, ENTONCES TRANQUILÍCESE Y TOME ESTOS RELATOS, CRÓNICAS Y TESTIMONIOS COMO ALGO QUE JAMÁS SUCEDIÓ.

miércoles, 8 de abril de 2015

EL ENIGMA DEL «PÍA VESTA»


CÓMO, EN PLENA GUERRA FRÍA, UNA INTRIGA INTERNACIONAL ESTUVO A PUNTO DE CAMBIAR LA HISTORIA DEL PERÚ.


1986: EN EL PUERTO DE ROSTOCK, EN LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA ALEMANA (PAÍS DENTRO DE LA ÓRBITA SOVIÉTICA), EL BARCO DANÉS «PÍA VESTA» FUE CARGADO CON MIL QUINIENTOS FUSILES KALASHNIKOV (AKA-47), MIL CUATROCIENTOS CUARENTA LANZACOHETES RPG-18, Y 32 CAMIONES MILITARES IFA.

EL «PÍA VESTA» ZARPÓ EL 6 DE MAYO, PASÓ POR EL CANAL DE PANAMÁ EL 2 DE JUNIO Y NAVEGÓ RUMBO AL PERÚ. LA NAVE ARRIBÓ A SU DESTINO EL DÍA 6 DE ESE MISMO MES, DONDE PERMANECIÓ ANCLADO A 60 METROS DEL PUERTO CHALACO, SIN IDENTIFICARSE RADIALMENTE NI SOLICITAR PERMISO PARA ATRACAR EN SUS MUELLES. EL GOBIERNO PERUANO FUE ALERTADO DE LA SORPRESIVA PRESENCIA DEL BARCO DANÉS POR “ALGUIEN”.

EL «PÍA VESTA» RECIBIÓ UN AVISO TELEFÓNICO DE ORIGEN DESCONOCIDO, DONDE SE LE ALERTABA QUE DEBÍA ABANDONAR AGUAS PERUANAS. ASÍ, LUEGO DE ESTAR UNAS CUATRO HORAS FRENTE AL CALLAO, LA NAVE DANESA ZARPÓ EL 7 DE JUNIO, ANTES DE QUE LAS AUTORIDADES LOCALES PUDIERAN INTERVENIRLO.

EN EL PERÚ, ASÍ COMO EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL, EL CASO DE ESTE BARCO CON CARGA MILITAR PROCEDENTE DE EUROPA ORIENTAL DIO MUCHO QUE HABLAR Y ESPECULAR. EN NUESTRO PAÍS SE DIO TODO TIPO DE TEORÍAS RESPECTO AL DESTINO DE ESE ARMAMENTO SOVIÉTICO, ASÍ COMO SOBRE LA NATURALEZA Y PROPÓSITO DE ESTA "MISIÓN SECRETA".

PESE A LAS INVESTIGACIONES OFICIALES, NO HUBO UNA EXPLICACIÓN SATISFACTORIA AL ENIGMA.

A CONTINUACIÓN, AQUÍ SE TRANSCRIBE EL SEGUNDO DE DOS INTERROGATORIOS HECHOS A UN TESTIGO CLAVE DEL CASO, EN UNA BASE NAVAL EN EL CALLAO, EL 4 DE JULIO DE 1986. ESTA GRABACIÓN, CLASIFICADA COMO SECRETO DE SEGURIDAD NACIONAL, FUE CELOSAMENTE OCULTADA POR LA MARINA, HASTA QUE RECIENTEMENTE SE “FILTRÓ” A LA INTERNET. SI BIEN LA PÁGINA WEB QUE LA CONTENÍA FUE RÁPIDAMENTE CLAUSURADA, MUCHOS AFICIONADOS AL MISTERIO LOGRARON COPIAR EL INCREÍBLE TESTIMONIO, MIENTRAS QUE LAS AUTORIDADES POLÍTICAS Y MILITARES NIEGAN LA VERACIDAD DEL MISMO.
 
MAYOR SAMPER: Comienza por el principio. Calmado.
URBANO SINCHI: Sí, señor. Soy natural del Cusco, pero vine a Lima a probar suerte. Como no la tuve, me pasé al Callao, donde logré asociarme con «El Barbas», un marinero bonachón que me acogió amablemente y me hizo su asistente. En su barco hacíamos recorridos turísticos para los gringos. Cuando un coche-bomba mató al «Barbas», yo heredé «El Costeño», su barco, al que rebauticé como «Yunga».
M.S.: Bien, ahora nárrame acerca de lo que sucedió a inicios de mayo de 1986. Habla con toda confianza.
U.S.: Para esa fecha, el negocio estaba un poco flojo. Fue entonces cuando, como caídos del cielo, llegaron los Lamp.
M.S.: ¿Cómo eran ellos? Descríbelos.
U.S.: Eran un hombre y una mujer, jóvenes (no llegaban a los treinta). Ambos de pelo rubio y ojos azules. Pese a verse claramente extranjeros, hablaban castellano y quechua con soltura.
M.S.: ¿En qué idioma te hablaron?
U.S.: Castellano.
M.S.: ¿Y cómo supiste que también hablaban quechua?
U.S.: Porque en esa lengua le hablaron a los que le acompañaron esa mañana.
M.S.: ¿Habían otras personas?
U.S.: Sí, pero esos sí eran peruanos. Hombres y mujeres. Andinos como yo.
M.S.: Volvamos a los Lamp. ¿Cómo se presentaron? ¿Qué te dijeron?
U.S.: Me dijeron: "Saludos, hermano. Somos Karl y Bertha Lamp, misioneros adventistas. Hemos venido desde Alemania para evangelizar al pueblo peruano. Desearíamos alquilar su barco".
M.S.: ¿Viste algo sospechoso en ellos?
U.S.: No. Se veían "buena gente". Los que le acompañaban se veían contentos.
M.S.: Sin embargo, según este informe preliminar, tú sospechaste de ellos desde el comienzo.
U.S.: No, sospeché de ellos cuando me pidieron que no les hiciera la acostumbrada ruta turística, sino raros recorridos por las islas y playas chalacas.
M.S.: ¿Por qué te parecieron "raros"?
U.S.: Porque bajaban, se ponían a inspeccionar el terreno, medir distancias y otras cosas. Zarpábamos a cualquier hora (madrugadas incluidas), a veces nos demorábamos largas horas; en otras, recorridos brevísimos de una playa a otra.
M.S.: ¿Nunca preguntaste a esos "adventistas" a qué se debía eso?
U.S.: Cuando me pagaron por adelantado el alquiler exclusivo, para varios días, la primera condición era que no hiciera preguntas.
M.S.: ¿Qué pensabas tú de esas misteriosas condiciones?
U.S.: En ese entonces, creí que lo de "misioneros" era una tapadera para alguna actividad ilegal. Se me ocurrió que sería contrabando o algo así.
M.S.: Y fue entonces que comenzaste a espiarlos.
U.S.: Sí, quería saber qué se traían entre manos. Así, una noche los escuché hablar con algunos de mis paisanos de cosas reveladoras.
M.S.: ¿Conversaban abiertamente de cosas comprometedoras, sabiendo que tú estabas cerca?
U.S.: Algunos días después de que entrara a su servicio, me preguntaron de qué parte del Perú era yo, a lo que respondí que del Callao. Y cuando hablaban en quechua, fingía no entender lo que decían.
M.S.: Y, según esto, ahí descubriste quiénes eran tus clientes realmente.
U.S.: Sí. Eran es«PÍAs de la Alemania Oriental, bajo las órdenes de Moscú. ¡En ese entonces hubiera preferido que se tratara de simples contrabandistas!
M.S.: ¿Por qué?
U.S.: Por el cine y la televisión, donde los rusos siempre son unos villanos que están de parte del demonio. Realmente me asusté.
M.S.: Y huiste.
U.S.: Pero no llegué lejos. Uno de los cusqueños que los acompañaba me vio corriendo hacia la baranda, me alcanzó y evitó que me lanzara al agua.
M.S.: Y fuiste llevado ante los Lamp.
U.S.: Sí. Creí que me iban a torturarme. Y después matarme. Como le dije, recordé a los comunistas que había visto en las películas: los alemanes del otro lado del Muro de Berlín son verdaderos monstruos.
M.S.: Pero los Lamp te invitaron a formar parte de ellos.
U.S.: Karl ordenó que me soltaran y me dieran agua. Bertha se dio cuenta de que yo entendía también el quechua. Se miraron y tomaron una decisión: hablarme con la verdad.
M.S.: ¿Te contaron todo?
U.S.: No, fueron los otros quechuas que les acompañaban quienes comenzaron a narrarme, por orden de ellos, cómo habían llegado el joven Karl y su esposa Bertha a revolucionar sus vidas, hacía más de un año.
M.S.: ¿Qué te relataron?
U.S.: La historia de siempre: vivían en la pobreza, bajo explotación y abusos. Entonces llegaron esos jóvenes alemanes que los alfabetizaron, les enseñaron normas de higiene, cómo denunciar injusticias, alimentación sana... al poco tiempo, la "misión" por ellos fundada en una aislada región de Paucartambo (en mi natal Cusco) ya tenía agua, desagüe y luz eléctrica, todo financiado por ellos. Eran como Manco Cápac y Mama Ocllo, pero rubios.
M.S.: ¿Por qué dices que esa es "la historia de siempre"?
U.S.: Porque ya vi en el cine que es así como los comunistas hacen en Centroamérica y otros lugares: se ganan el cariño y la confianza de inocentes aldeanos. Por eso dejé que creyeran que me habían lavado el cerebro; sino, me hubieran matado ahí mismo.
M.S.: A partir de ahí pudiste ver más cosas y enterarte de más, ¿no?
U.S.: Ajá. Luego de admitirme como un nuevo "camarada colaborador" oigo que en Paucartambo tienen ya una poderosa guerrilla pro-soviética que rápidamente se extendería por toda Sudamérica.
M.S.: ¿Te contaron todo eso?
U.S.: No, lo proclamaron el día que nos encontramos con el submarino.
M.S.: ¿Qué submarino?
U.S.: El que contactamos un día que navegamos hacia altamar. En un punto determinado, emergió la nave, con la Hoz y el Martillo dibujada, con una estrella encima.
M.S.: Imagino que te espantaste.
U.S.: Pero lo disimulé. Igual que los otros quechuas, fingí alegría y, cuando los militares rusos salieron, todos saludamos con el puño izquierdo en alto. Incluso forcé una sonrisa cuando un niño que allí había me mostró un dibujo de Manco Cápac y Mama Ocllo, saliendo del Lago Titicaca... con el Inca sosteniendo la famosa Barreta de Oro que tenía la forma de la Hoz y el Martillo, y el chiquillo señalaba orgulloso que ésta era idéntica al logo del submarino.
M.S.: ¿Y para qué contactaron un submarino soviético?
U.S.: Para coordinar acciones y recibir nuevas instrucciones de sus amos del Kremlin.
M.S.: ¿Qué instrucciones?
U.S.: Eso lo explicaron Karl y Bertha. Luego de meterse al submarino, salieron vistiendo uniformes militares de Alemania Oriental y dijeron que ya todo estaba listo. En Latinoamérica hay muchas "guerrillas", de dudosa ideología y métodos, pero solo las armadas y asesoradas por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas han triunfado. Ya habían caído Cuba y Nicaragua; ahora le tocaba el turno al Perú.
M.S.: Y después de eso, ¿qué pasó?
U.S.: Nos movimos más que antes. De aquí para allá, contactando a gente ya establecida desde antes en el Callao, entregando mensajes incomprensible a direcciones determinadas, haciendo señales con luces a algunas casas de la costa chalaca, vigilando a personas que después desaparecían, y poniendo incomprensibles anuncios pagados en periódicos locales.
M.S.: ¿Cómo desempeñaste en dichas labores?
U.S.: Con el mayor esmero. Y logré mi objetivo, pues atraje la atención de Karl y Bertha, quienes me dijeron que era el más eficiente "camarada" que hubiera colaborado con ellos.
M.S.: ¿Qué quieres decir con "logré mi objetivo"?
U.S.: Que planeaba ganarme su confianza para averiguar todo lo que pudiera, y que luego me sea más fácil escapar.
M.S.: ¿Y te hicieron alguna revelación importante?
U.S.: En una misión donde solo debíamos ir Karl, Bertha y un peruano, me eligió a mí. No porque fuera el dueño del barco, sino porque me había visto muy cooperador con ellos. Los tres partimos hacia altamar. Karl me contó que su país (la Alemania comunista) desde hace tiempo ha estado suministrando amplia ayuda militar y económica a los movimientos de liberación y a los gobiernos izquierdistas de África. Tras los éxitos en Etiopía, Angola y Mozambique, le tocaba el turno a América Latina. Los rusos habían tenido éxito en el Caribe, pero Sudamérica era un plato más difícil. Fue entonces que Karl, estudioso y admirador de la Cultura Inca, pidió a Moscú ser trasladado al Perú para ahí promover la estrategia del poder soviético en el Tercer Mundo. Dados que cumplió con éxito misiones similares en el Continente Negro, se aceptó su petición.
M.S.: Y aparte de ese comentario de su vida personal, ¿te reveló algo más importante?
U.S.: Lo importante me lo reveló después la misma Bertha, cuando finalmente nos encontramos con el barco europeo.
M.S.: El «Pía Vesta».
U.S.: Sí. Uniformados como alemanes orientales, los dos abordaron ese gran barco, y me invitaron a que los siga. Ya a bordo, habló con la gente de ahí en un idioma que no entendí (no sé si era alemán o ruso), pero Bertha me tradujo todo lo que hablaba, así como me explicaba las cosas horribles que veía.
M.S.: ¿Y qué fueron esas cosas horribles?
U.S.: El «Pía Vesta» venía cargado de armas soviéticas de alta tecnología, una fortuna en barras de oro, asesores militares rusos... y una pequeña bomba atómica.
M.S.: ¿Bomba atómica? ¿Quieres decir una verdadera bomba atómica?
U.S.: Sí, señor. Era del tamaño de un baúl de equipaje. Tenía varios botones, luces y un reloj digital.
M.S.: ¿Y por qué los rusos traían una bomba atómica?
U.S.: Karl me había comentado que Sudamérica era un plato fuerte para una guerrilla pro-soviética. Así, si el operativo salía mal, se tendría un arma para ser usada como último recurso.
M.S.: ¿A ti te explicaron eso, o lo deduces por...?
U.S.: A mí no me explicaron nada, señor. Solo lo que era cada cosa.
M.S.: ¿No preguntaste?
U.S.: Cuando Bertha me dijo que esa plateada caja era una bomba atómica, le pregunté por qué traían esa cosa. Ella me dijo simplemente que no hiciera preguntas; se trataba de información secreta, pero en su momento lo sabría.
M.S.: ¿Y crees tú que sería para la guerrilla? Sería una mala propaganda para la misma, y hasta para sus amos rusos.
U.S.: Es solo mi opinión, pero se me ocurre que al comienzo sería un movimiento que para nada revelaría su afiliación soviética. Por algo Karl y Bertha mezclaron hábilmente la mitología del Incanato con el Comunismo. Solo una vez que hubieran conseguido triunfar se habrían quitado la careta ante el mundo. Fidel Castro y sus guerrilleros barbudos hicieron algo parecido, ¿no?
M.S.: Bien, volvamos al cargamento del «Pía Vesta». ¿Cómo iban a disponer todo ese material?
U.S.: ¡Ah, sí! Cuando nos aproximamos a las costas del Callao, Karl me reveló que ya había infiltrado a camaradas quechuas en tres importantes cárceles, para que provoquen motines simultáneos que distraigan a las autoridades, pudiendo así desembarcar todo ese armamento y personal, para luego transportarlo al Cusco.
M.S.: ¿Y qué sucedió después?
U.S.: El «Yunga» fue cargado con el dispositivo nuclear y las maletas con el oro. Karl y los rusos se fueron en mi barco a ocultar provisionalmente esa carga en algún lugar seguro. Mientras, yo permanecí en el «Pía Vesta», con Bertha, el personal del barco y las armas.
M.S.: ¿Dónde escondieron el oro y la bomba?
U.S.: No me lo dijeron. Tal vez los enterraron en alguna playa. O lo sepultaron en alguna de las islas chalacas, bajo la arena o en una caverna.
M.S.: Ahora vamos al momento en que decidiste sabotear los planes de los soviéticos. Cuéntame cómo fue.
U.S.: Tras sonsacarle algo más de información a Bertha, accedí a la radio del «Pía Vesta» y fingiendo una emergencia, di falsas órdenes a los agentes en las cárceles.
M.S.: ¿Qué órdenes?
U.S.: Les dije que hubo un urgente cambio de planes: el motín se posponía por dos semanas. De ahí me contacté con la Marina y les previne de lo que estaba sucediendo. Pero en ese momento, Bertha entró a la habitación y me sorprendió.
M.S.: ¿Qué hiciste tú?
U.S.: Cuando vi que se me venía encima, la empujé y salí corriendo, mientras ella lanzaba gritos de alarma. Oculto, mientras todos me buscaban, vi que el «Yunga» estaba regresando.
M.S.: ¿Y qué pasó?
U.S.: Se me ocurrió una idea. Salí y esperé a que Karl y los rusos abordasen el «Pía Vesta». Entonces aproveché para saltar a mi barco y huir a todo gas, mientras me disparaban desesperadamente.
M.S.: Bien, todo coincide. Ahora te mostraré una fotografía. ¿Conoces a este hombre?
U.S.: Sí, es Karl Lamp.
M.S.: Lo encontramos muerto en la playa. Le dispararon. ¿Sabías eso?
U.S.: Sí, la misma Bertha me lo contó.
M.S.: ¿Viste a Bertha?
U.S.: Varios días después de que la Marina me condecoró secretamente. Me contó cómo los rusos habían ejecutado en el acto a su marido por fracasar en su misión. Ella logró escapar y ocultarse en el Callao. Ahora venía a matarme. Me apuntó con un arma, pero no fue capaz de disparar.
M.S.: ¿Y qué hiciste tú?
U.S.: Sentí pena por ella. Nada le dije. Ella me dijo que en altamar los rusos fueron recogidos por un submarino, mientras el «Pía Vesta», con su carga de armas, regresaría a Europa Oriental.
M.S.: Pero nunca llegó.
U.S.: Sí, el oficial que me interrogó antes que usted me dijo que fue capturado por los panameños cuando cruzaba el Canal.
M.S.: Volvamos a tu encuentro con Bertha. ¿Te dijo algo más?
U.S.: Me contó que acababa de robar el cuerpo de Karl de la morgue, y lo llevaría a ser enterrado secretamente en Paucartambo. Aún no sabía cómo decirles a los camaradas quechuas, que allá esperan ilusionados la revolución que resucite el "Imperio Socialista de los Incas", que todo había terminado. Luego se marchó.
M.S.: Dices que sentías pena por ella. ¿Por qué después viniste a denunciarla?
U.S.: Porque después pensé en ese oro oculto en alguna playa o isla del Callao... junto con la bomba atómica. Ella debe saber el lugar exacto. Por eso di el aviso, para que la capturaran antes de que saliera de Lima.
M.S.: Pues no la hemos encontrado. ¿Sabes exactamente en qué parte del Cusco tiene su base esa guerrilla quechua? En tus declaraciones solo mencionas a Paucartambo.
U.S.: Era toda la información que obtuve.
M.S.: Bien, eso es todo. Urbano, está de más que te prevenga que esa medalla que recibiste no debes mostrarla nunca. Actualmente están circulando todo tipo de teorías, algunas disparatadas, sobre el caso del «Pía Vesta». Pero la verdad de esto solo la sabemos el Presidente de la República, lo más altos mando de la Marina de Guerra... y tú.
U.S.: Sí, sé que es un secreto militar. Pero creo que lo justo sería que se hiciera pública la verdad. El pueblo peruano merece saber cómo una superpotencia enemiga conspiró contra nuestra patria.
M.S.: Urbano, pese a que hemos buscado insistentemente, aún no hemos ubicado ese gran cargamento de oro, ni el dispositivo nuclear. Todo puede estar enterrado bajo cualquier playa chalaca. O en alguna de las infinitas cavernas de las múltiples islas frente a las costas del Callao.
U.S.: Pero de todas maneras...
M.S.: ¿No entiendes el peligro? Si esto se supiera, tendríamos a multitud de gente buscando por todas las playas e islas del Callao. Tarde o temprano alguien encontraría ese oro... y la bomba atómica. El tesoro es lo de menos. ¿Pero qué pasaría si la bomba cayera en malas manos?
U.S.: Pero aún así es peligroso callar. Si por accidente alguien encontrara todo, bien, se haría rico con el oro, pero luego vería el extraño aparato, sin saber qué cosa es. Curioso, podría manipularlo, moverlo... y activarlo. ¡Es una bomba atómica! Esa cosa tiene el poder de desintegrar todo Lima y Callao, junto con sus habitantes.
M.S.: Es un riesgo, aunque calculamos que muy lejano. Si nuestros mejores expertos han buscado sin éxito ese escondite, dudo mucho que algún civil lo encuentre por ahí casualmente. Pero el riesgo subiría si un montón de "busca-tesoros" se pusieran a rebuscar de arriba a abajo las costas chalacas.
U.S.: Sí, creo que comprendo.
M.S.: Entonces, una vez más, te repito: esto es un secreto de seguridad nacional. Agradecemos tu patriótico servicio, pero recalcamos que no debes nunca de hablar de esto. Es mejor que circulen todo tipo de teorías antes de que se sepa la terrible verdad.
U.S.: Bien, por mí nadie se enterará de la verdad del caso del «Pía Vesta». Y creo que acepto su propuesta de mandarme al extranjero.
M.S.: Haces bien. Te daremos nueva identidad, y una pensión mensual para que nada te falte.
U.S.: Gracias, señor.
M.S.: Bueno, puedes retirarte. En unos días más te facilitaremos todo para tu viaje.
 
FIN DE LA GRABACIÓN.

3 comentarios:

  1. Parece un interrogatorio, al estilo Montesinos, con sus FALSOS ENTREVISTADOS..!

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  2. Parece un interrogatorio, al estilo Montesinos, con sus FALSOS ENTREVISTADOS..!

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  3. No hay tal "misterio", el Pia Vesta fue un barco cargado con armas y equipo militar soviéticos cuyo destino era Sudáfrica. Las armas y demás artefactos en cuestión debían cancelar una deuda por concepto de diamantes que existía entre una corporación estatal de Alemania oriental y una empresa estatal del Apartheid sudafricano.

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